miércoles, 9 de octubre de 2013

Capítulo 3.

En cuanto pude darme cuenta, había golpeado a aquel famélico ser de pelo oxigenado. Mi puño cerrado, enrojecido, dolorido, ella en el suelo sentada con los ojos clavados en mi. Se fue con su séquito sin mediar palabra. Paul sonreía mientras se acercaba a mi (oh dios mío, su barba) _Estás en mi clase, ¿me equivoco?_ se dirigía a mi, pero yo aún estaba en shock para contestarle, y cuando le miraba no le oía, en su lugar escuchaba "I don't wanna miss a thing" de Aerosmith. Creo que en vez de ojos tenía corazones.
El resto de la jornada estudiantil, se puede resumir en innumerables silencios compartidos con Paul, hasta la hora de irse. _¿Quieres que te lleve a casa?_ me dijo poniéndose un casco de motocicleta de aspecto antiguo, ofreciéndome otro con un gesto de cabeza. _Vale, no vivo lejos_ le contesté.
Mientras estábamos en la moto, comenzó a gotear el cielo, el dijo que era mejor parar y esperar a que parase o nos podíamos caer, y eso era sumamente innecesario. Decidimos sentarnos bajo un toldo a tomar algo caliente. Olía a hierba y tierra, no sentía la nariz ni la punta de mis dedos, había niebla. Mi café humeaba sobre la mesa... Me sentía tan viva.

Él estaba sentado frente a mí, mirando la carta de bocadillos con el ceño fruncido, no podía dejar de escrutar su cara... Pelo a pelo, cicatriz por cicatriz, el contorno de sus labios, sus pestañas... 
Una gota se deslizó por un mechón fino de su flequillo, que le caía en la cara, empecé a seguir la gota... que acabó en su comisura. A estas alturas no se cual era mi expresión facial, pero él empezó a reír a carcajadas.
La sonrisa mas hermosa que jamás habían visto mis ojos. Sentí unas irremediables y enormes ganas de besarle... pero no lo hice.
Así empezó todo con Paul, pero como no quiero dilatar esta ya de por si, larga historia, os contaré simplemente lo más importante para que no resulte tedioso. Al poco de aquello empezamos a salir (así se decía), empecé a faltar a clase, a ir a fiestas raras en lugares insólitos que daba la gente aún mas inusitada... le entregué mi virginidad a Paul.
Pensaba "¡Vaya! esto debe ser amor", pero ahora pienso que era un camino sin salida, una espiral de masoquismo dulce, amarga pasión adolescente.
Al cabo de unos meses, decidí que no quería pisar mas antros, ni despertar en lugares extraños, fumar mas marihuana, o consumir LSD... entonces él me dejó. Sentía que iba a morir, que me ahogaba en mi sufrimiento... así que lloré durante días, que se sumaron, convirtiéndose en meses. Pero había algo que él me enseñó y aún me consolaba, la música rock.